miércoles, 2 de noviembre de 2022

Perspectiva

(#3 Archivo del antiguo blog)

Recuerdo escribir este relato en mitad de un arrebato de gratitud y esperanza y eso me ha hecho sonreír. No iba a añadir este texto al archivo pero, al pensar en mi yo de 17 años creyendo tanto en sí (¿mí?) misma, he cambiado de opinión. Espero que al leerlo os traiga algo bueno a vosotros también.

***

Pasó la vida quejándose.

Se lamentaba cada vez que las cosas se torcían y se enfadaba con el mundo por no portarse con justicia. “¿Qué he hecho yo para merecer esto?”, preguntaba una y otra vez. Caminaba con la cabeza gacha, la ira a flor de piel y las lágrimas preparadas.

Cada noche, antes de acostarse, repasaba su vida. Y entonces recordaba cuando de niño se raspó ambas rodillas al caer de la bici; lesión que le impidió andar con comodidad por un tiempo. También se acordaba de cuando lo dejó su primera novia, de cuando falleció su abuela, de las tardes estudiando sin levantar cabeza, de esa vez que perdió el tren o de esas otras dos ocasiones en las que se equivocó de autobús, y de cuando su querido perro murió.

La vida es un asco”, sentenció, “La muerte será un descanso de tanto sufrimiento”.

Y cuando comprendió que su hora al fin llegaba, cerró los ojos y se dejó llevar. Una pena que reaccionara tan rápido, porque si hubiera esperado unos instantes más, tal vez habría podido ver pasar las escenas de su vida:

La euforia que sentía al llevar por primera vez una bici sin ruedecillas. El orgullo al enseñar a sus amigos las marcas en las rodillas que demostraban su valor, pues fue el primero en aprender a ir en bici de dos ruedas. La calidez en el estómago al ver sonreír a la chica que le gustaba. Los latidos acelerados y palmas sudorosas ante el primer beso. Las tardes paseando bajo el cálido sol con su abuela, quien siempre le alegraba con sus historias y las meriendas que sacaba del bolso. La satisfacción al ver que estudiar duro había valido la pena. La chica tan simpática que conoció al tener que subirse en el siguiente tren. Y del amor por su perro, que siempre le había hecho compañía y al que siempre confiaba sus secretos.

Si no se hubiera dejado consumir por la visión negra de la vida, no habría tenido tanta prisa por cerrar los ojos; y tal vez habría podido comprender que estaba equivocado. 

Porque estar vivo es fantástico.


-Teresa


2 comentarios:

  1. Amén, Teresa, vivir es fascinante, o la vida es fascinante, solo que verla a través de las gafas correctas, frase de Dumas con la que estoy totalmente de acuerdo.
    Me ha gustado mucho tu relato, es directo y lleno de verdades como puños.
    Un abrazo!

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    1. Gracias Pepe! No conocía esa frase de Dumas, le va perfecta al relato. Un abrazo

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