En medio del bosque hay
una casa cuya chimenea siempre humea. No es difícil llegar a ella, pero el
camino es largo y nadie se acerca a visitarla. Dentro vivió una joven que ahora
ya es anciana, y en este momento la encontramos recostada en un sillón de la
sala de estar, cerca del fuego para que el cuerpo le deje de temblar. Sin
embargo, no es el frío de otoño lo que la altera.
-Hola, abuelita- saluda
una voz cantarina.
La mujer se sobresalta y se gira con
miedo hacia la puerta de entrada, donde encuentra a su nieta de pelo negro y
capa roja con una cesta de mimbre en la mano. No ha oído la puerta al abrirse.
-Hola, Caperu- responde
con voz vacilante- ¿Qué tal estás?
La joven adolescente se quita la capucha
ignorando la pregunta. Se acerca hasta el sillón y apoya la cesta en la mesa
baja que hay frente a su abuela.
-Te
he traído comida- explica levantando una de las tapas de la cesta para sacar
algo-, abuelita- añade con retintín.
La anciana mira con desconfianza el
paquete que su nieta sujeta en la mano. Cuando ésta aparta el envoltorio, ve
que se trata de tres apetitosas galletas y su boca comienza a salivar. Pero por
muy deliciosas que parezcan no se atreve a coger ninguna, sino que mira de
reojo a la joven.
-Venga,
come sin miedo- la incita Caperu – Mamá piensa que tal vez así hables. Ya debes
estar harta de comer sólo pan. Fíjate bien,- dice señalándola con desdén- ¿te
has mirado en el espejo? Pareces un saco de huesos.
Al ver que la anciana sigue sin
reaccionar, la chica, impaciente, le agarra la mano y coloca en la palma las
galletas.
-¡Come!-
ordena- Llevan pasas- añade como si eso fuera lo que preocupara a su abuela.
La mujer sabe que no pueden estar
envenenadas, la necesitan con vida, pero no está segura de lo que pretenden su
hija y su nieta ofreciéndole una delicia como esa. Debería negarse a comerlas,
demostrarle a la niña que no pueden sobornarla con comida, pero su cuerpo le
pide a gritos algo de alimento así que se lleva los dulces a la boca y comienza
a devorarlos uno por uno con avidez.
-Así
está mejor- asiente Caperu. Aparta con el pie la cesta y se sienta en su lugar,
con sus rodillas rozando las de su abuela. Desenfunda una daga de diez
centímetros de la muslera y espera unos segundos en silencio. Tantea la punta
afilada con el índice. – Y ahora, abuelita, dime dónde está el lobo.
La anciana niega con la cabeza.
-¡Dímelo!
– le exige la chica presionando la punta del cuchillo contra su garganta.
En ese momento, la anciana traga el
último trozo de la segunda galleta y Caperu, harta ya de no conseguir una
confesión, le arrebata la que le queda de un manotazo y le asesta una bofetada.
-Eres
estúpida- escupe con rabia. Se levanta y aplasta la galleta con la suela de la
bota.
-No
entiendo a qué viene tanto odio hacia él.- dice la anciana tratando de mantener
la voz firme.
-Nos
la ha jugado, abu- responde ella con una sonrisa torcida- Deberías estar de
nuestro lado y entregar de una vez a ese pulgoso.
Y dicho esto, la muchacha de pelo negro
agarra la cesta, enfunda la daga y sale de la casa al tiempo que se recoloca la
capucha roja de la capa. Instantes después del portazo, la anciana escucha el
sonido de las llaves en la cerradura.
-¿Cuán
lejos va a llegar esto?- piensa apenada mientras se acaricia la mejilla
enrojecida.
***
Cuando el último rayo
de sol se desvanece, la noche absorbe el bosque. Desde el aire podría verse la
vivienda de la abuelita brillando en medio de los árboles, pues el fuego nunca
se apaga, la oscuridad nunca entra a esa casa.
Antes de irse a la cama, la anciana se detiene frente a la puerta de entrada y fija la mirada en el ojo de la cerradura. Suspira. Ya ha perdido la cuenta del tiempo que lleva encerrada en su propia casa. De repente, un sonido al otro lado de la puerta la pone en alerta. Ha vuelto, piensa sintiendo que su cuerpo comienza a temblar de nuevo. Escucha pasos que se acercan y ella retrocede asustada. Alguien apoya su peso en la puerta y hace crujir las tablas.
-¿Estás
ahí?- susurra una voz masculina.
La anciana suelta el aire que retenía y
esboza una amplia sonrisa. Las lágrimas de alivio le inundan los ojos.
-Sí,
estoy aquí, Dan- responde acercándose para colocar la oreja en la línea entre
el marco y la puerta.
-Menos
mal- suspira el hombre- De camino a aquí me he cruzado con Caperu. Estaba
escondido, pero he visto que en la mano llevaba la daga ensangrentada. Creía
que te había…
-Yo
estoy bien- le interrumpe la anciana- A qué pobre inocente habrá asesinado esta
niña- se lamenta antes de morderse el labio.
-Tiene
que haber alguna forma de acabar con esto.
-Dan,
sólo hay dos cosas que podemos hacer: O yo revelo tu escondite, o tú mismo te
entregas. En cualquier caso nos matarían a los dos. A ti por ser su objetivo y
a mí porque ya no les sería útil.
-Voy
a tirar la puerta abajo y nos vamos a largar de aquí, mamá.
-Dan,
cielo, estoy demasiado débil, sería un lastre para ti. Caperu no tardaría en
encontrarnos.
-Maldita
sea- gruñe Dan dando un golpe a la pared- Tengo una hermana psicópata y una
sobrina sádica, ¿por qué nos castiga el universo con esta familia, mamá?
Hay unos instantes de silencio. Un vacío en la conversación. Y a la abuelita se le ocurre una idea. Si quiere que su hijo viva, ella tendrá que morir. Así, Caperu y su madre no tendrán objeto de chantaje, y no habrá nada que retenga a Dan en la comarca; podrá huir lejos. Vivir. Se acerca a la cocina y coge uno de los cuchillos. Caperu nunca los ha confiscado, nunca ha temido que su abuela pudiera atacarla; le bastaría con una patada para reducirla.
-Mamá-
susurra Dan con fuerza- ¿Qué haces?
El hombre tiene el oído muy desarrollado
y ha escuchado los pasos y el sonido del cajón de los cubiertos al abrirse.
-¿Qué
vas a hacer?- pregunta de nuevo, esta vez alzando la voz.
-Acabar
con esto- responde ella mirando con recelo el filo del cuchillo.
Un golpe hace retumbar la casa. Y luego
otro más fuerte hace temblar las bisagras de la puerta. Dan intenta entrar.
-¡Para!
-¡Una
mierda! Huelo tu miedo, mamá, miedo a la muerte. ¿Qué pretendes hacer?
Un aullido rompe el silencio de la noche. Los pájaros que dormían huyen despavoridos y los animales que buscaban presas en la oscuridad se esconden con el rabo entre las patas. Una bestia de pelo erizado con colmillos blancos como la luna y garras afiladas está a dos patas frente a la puerta de la abuelita. Tiene la respiración agitada y golpea con fuerza la madera. Sus garras se hunden en la tabla y la astillan hasta formar un agujero. La embiste, resopla y vuelve a embestirla. Por fin, la puerta cae y el licántropo entra a la casa. Se abalanza sobre su madre y le arranca el cuchillo de las manos. Luego la mira con calma y su pelaje se vuelve lacio. Pero la anciana, lejos de sentirse agradecida, lo golpea en el vientre a modo de reprimenda. Él no lo nota, pero igualmente le duele esa reacción.
-¡Te
habrán oído! Vete, seguro que Caperu está a punto de llegar.
Intenta coger a su madre y levantarla
para llevarla con él, pero una voz lo detiene.
-De
hecho, ya estoy aquí- se carcajea Caperu desde el hueco que ha dejado la
puerta.- Mi madre tenía razón, sólo hacía falta que este pulgoso creyera que te
había pasado algo.
-Imposible,
¿habías planeado esto? ¿Cómo podíais estar seguras de que Dan te vería con la
daga ensangrentada?
Caperu se encoje de hombros.
-No
lo sabía, pero había que arriesgarse. Y mira por donde, ha funcionado. Ahora os
tengo a los dos. – dice con una sonrisa turbadora y mientras da suaves caricias
a la daga.
Dan se lanza sobre ella, pero la joven
está entrenada y lo esquiva sin problemas. Evita un golpe de garras y le hace
un corte que le cruza el pecho. No es profundo, pero en seguida comienza a
manar sangre.
-¡Quietos!-
suplica la anciana con los puños apretados. No sabe cómo detener la pelea, no
sabe cómo evitar más ríos de sangre. Nunca se había sentido tan incapaz.
El lobo salta sobre su sobrina e intenta
quitarle el arma, pero la chica es demasiado rápida y lo esquiva de nuevo. Se
coloca tras él en dos pasos y le hace otro corte superficial en el lomo y otro
en la pata. Dan ruge de dolor y contraataca; con un movimiento brusco consigue
clavar sus garras en el brazo de la joven, quien grita dolorida y deja caer el
cuchillo. Pero antes de que Dan pueda atacar de nuevo, recibe una potente
patada en el costado y, de repente, siente que sus patas se separan del suelo y
cae de espaldas. Caperu recoge la daga con la otra mano, lo fulmina con rabia
en los ojos y empuña decidida el cuchillo.
-Basta
– grita la anciana. Y antes de que la chica dé el golpe final, la abuelita
reúne valor, se lanza sobre ella y caen juntas al suelo.
Una calidez húmeda cubre el vientre de
la joven. Mancha la camisa con rapidez y se adhiere a sus manos como un
parásito.
-Idiota-
masculla Caperu al darse cuenta de que la daga está hundida en el estómago de
su abuela- ¿Por qué te metes?
Un aullido lastimero le embota los oídos y frunce el ceño. El licántropo se está poniendo en pie. Tiene el pelaje erizado, los músculos tensos, los belfos salivan espuma y su mirada está nublada de ira. Caperu aparta el cuerpo de la anciana de un empujón, se levanta de un salto y arroja el cuchillo hacia el lobo. Se clava en el hombro. Dan lo arranca sin miramientos y lo deja caer al suelo, pero cuando se dispone a atacar a su sobrina, descubre que ya no está. Se ha ido.
***
Una joven de pelo negro y capa roja corre a través del bosque. Tiene el brazo ensangrentado y cada dos pasos vuelve la mirada hacia atrás. Nerviosa. A cincuenta metros por delante de ella distingue a un cazador que vuelve hacia la aldea.
-¡Socorro!
–grita.
Al verla, el cazador acude en su ayuda.
-¿Qué
ocurre? ¿Quién te ha hecho eso?- pregunta señalando los profundos cortes en su
brazo.
-Un
lobo- responde con voz temblorosa- Quiere matarme, ayúdame por favor- suplica
dejando que sus ojos se humedezcan.
En ese instante, Dan aparece entre los
árboles y distingue la capa roja de su sobrina en el camino. Ignora al hombre
que hay junto a ella y corre a cuatro patas en su dirección; con furia en los
ojos y ansia de sangre en la boca.
El cazador levanta su arma y aprieta el gatillo dos veces seguidas. Una de las balas hace perder el equilibrio al lobo, pero recobra la marcha con un trote irregular. La sangre que brota de las heridas lo debilita, le nubla la vista. Mientras el cazador intenta cargar el arma de nuevo, reúne las fuerzas que le quedan y salta hacia la chica con las fauces abiertas.
Una bala le atraviesa el cráneo. El lobo cae inerte al suelo y poco a poco vuelve a su forma humana. Dan está tirado en el suelo y un charco granate crece bajo su cabeza.
-Muchas
gracias por salvarme- dice Caperu con voz dulce.
-De
nada, chica- ríe el cazador- Ya verás cuando enseñe lo que he cazado en el
club. No van a creérselo. ¡Hombres lobo!
-Sí,
increíble- responde la chica todavía en su postura de niña buena.
-Pero
no me creerán si no les llevo un testigo, ¿me harías el favor de venir conmigo
y contarles a todos lo que ha ocurrido?
-Por
supuesto- dice- Me has salvado la vida, es lo mínimo que puedo hacer.
***
A la mañana siguiente, puede escucharse el alboroto que hay en el club de caza desde cualquier rincón de la aldea. Un cazador está gritando a una muchacha.
-¡No
mientas!, diles lo que pasó cuando disparé al lobo.
-Que
murió- repite por enésima vez la joven.
-Y
luego…
-Luego,
¿qué?- pregunta con inocencia.
-Niña…-
comienza a amenazar el cazador; pero otro hombre lo detiene.
-Joe,
ya basta. Estaba oscuro y llevabas todo el día en el bosque, ¿estás seguro de
que el cansancio no te jugó una mala pasada?
-¡Sé
lo que vi! Vamos a buscar el cadáver del hombre, tiene que estar en alguna
parte.
-Ya
hemos estado allí, Joe – dice otro cazador agarrándolo por el hombro- Había un
cadáver, sí, pero de lobo.
-No
puede ser. Lo vi, vi cómo esa bestia perdía el pelaje y se transformaba en
hombre. ¡Y esta ramera lo niega!- grita señalando a Caperu.
-Yo…-
comienza a decir la joven- Lo siento, es que no puedo mentir. Es lo que vi,
señor, perdone- se disculpa con las mejillas húmedas por las lágrimas y el
labio inferior tembloroso.
-Tranquila
chica- le dice otro de los hombres del grupo- Joe necesita descansar,
normalmente es un buen tipo. Vete a casa, nosotros nos ocupamos de él.
Caperu asiente compungida y se aleja con
pasos delicados. Mantiene la faceta frágil hasta que llega a su casa. Dentro,
su madre la espera.
-¿Qué
tal ha ido?
-Creen
que está loco- se ríe la joven- Ha sido divertido, una pena que no hayas podido
verlo.
-Sí-
admite encogiéndose de hombros- Pero alguien debía deshacerse del cadáver de
Dan…
-Y
sustituirlo por un lobo- termina Caperu sentándose junto a su madre.
-Exacto-
asiente la mujer mirando con orgullo a su hija- Cuéntame, ¿qué historia te has
inventado para encubrirnos?
-He
dicho que la abuelita estaba enferma y que, como tú estás ocupada, me
encargabas a mí llevarle la comida y cuidarla. Todo iba bien y la abuelita
mejoraba, pero entonces apareció un lobo feroz que intentó comernos a las dos.
Mató a la abuelita y yo conseguí huir de la bestia hasta que me topé con un
cazador. Entonces, él le disparó y me salvó de ser devorada.
-¿Y
en serio te han creído?- pregunta sorprendida. No consigue imaginar a su hija
en el papel de víctima.
-Mamá,
son estúpidos, basta con llorar mucho. – explica- Y con fingir ser una niña
buena que nunca mentiría- añade guiñando un ojo.
La mujer rompe en una carcajada y coloca la capucha a su hija.
-Caperucita
Roja, mi cándida niñita- se burla pellizcándole la mejilla.
Hola, Teresa. Una versión, la tuya, para mí más realista que la clásica historia. Menudo par de arpías creen que se han salido con la suya, pero en la próxima luna llena el cuerpo de Dan (arrojado al fondo del barranco para que nunca fuese encontrado) se regenerará y volverá para vengarse. Los perdigones de plomo matan al hombre, pero no al lobo que lleva dentro y la luna obrará el milagro porque solo la plata es capaz de contrarrestar el poder de su luz.
ResponderEliminarSaludos
Genial para una secuela!!! Siéntete libre de ir a por ella, simplemente deja el link por aquí si la escribes jajaja Un abrazo!!
EliminarTú ya la has cerrado y yo únicamente un pequeño epílogo. 😁🖐🏼
EliminarSeguiré pasando por aquí para leer tus relatos porque este me ha gustado mucho.
ResponderEliminarGracias!! Y bienvenida al blog del cuentista :)
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