martes, 1 de noviembre de 2022

La campanilla de viento

(#2 Archivo antiguo del blog)

No me acordaba de lo adolescente que estaba cuando escribí este relato jajaja, aunque sinceramente todo esto no viene de un enamoramiento ni nada, viene de una película de anime que vi y me encantó. Se llama Hotarubi no mori e, por si os interesa, y es maravillosa.

***


Una suave brisa entra por la ventana y el tintineo de la campanilla de viento me despierta. Sonrío.

Unos días antes…

Laia me había invitado a pasar un fin de semana en casa de sus abuelos, junto al lago Weiton, para ir juntas al festival de verano, y después de una semana de trabajo duro para convencer a mis padres de que me dejaran ir, pude llamarla y aceptar su propuesta. Cinco días después, estaba en la estación con Laia y las maletas para ir en tren hasta Cominville; allí nos recogería su abuelo.

Estuvimos hablando mucho rato, pero a mitad de camino nos quedamos dormidas. Cuando me desperté, Laia no estaba a mi lado, sólo nuestras dos maletas reservando el sitio. Miré extrañada a ambos lados del vagón, pero como no la vi, decidí ir a buscarla. Crucé tres vagones sin ver rastro de ella, y al cuarto entré tan rápido que choque con la persona que estaba de pie al otro lado. Del susto di un paso atrás y tropecé. Me hubiera caído si él no me hubiera sujetado. Era alto, de pelo castaño y ojos oscuros. Su ropa tenía pinta de ser cara, así que debía ser algún niño rico. Bueno, de niño nada, porque era más alto que yo.


-¿A dónde vas con tanta prisa?- preguntó incómodo.

-He perdido a mi amiga- respondí- ¿Y tú que haces en medio del pasillo?- dije frunciendo el ceño.

-¿No sabes quién soy?- parecía sorprendido.

-¿Debería?

-Mmm, no, no, solo que…

-¿Has visto a una chica bajita, morena y con los ojos grandes?- le interrumpí recordando que Laia había desaparecido.

Como seguía mirándome con cara de sorpresa y no parecía que fuera a responderme, me despedí molesta y di media vuelta para volver a mi sitio; quizá ya había regresado. No me equivoqué, al entrar al vagón, Laia agitó la mano en el aire a modo de saludo. Cuando me senté a su lado vi que había una bolsa llena de comida en el suelo, entre los dos asientos. <<Claro, el vagón restaurante. Debería haber ido allí directamente>>. Tardamos veinte minutos en llegar a la estación, donde nos esperaba el abuelo de Laia para llevarnos hasta su casa.

El festival era sobre una pequeña colina desde la que había unas vistas maravillosas del lago Weiton. Había puestos de feriantes para los que quisieran jugar, de comida muy variada y de objetos artesanales. También había puestos donde te pintaban la cara como quisieras y otros con pequeños escenarios donde se representaban obras con marionetas. Estos eran sobre todo para niños, pero también acudían personas más mayores. Las casetas estaban colocadas de manera que formaban un pasillo, y a modo de cubierta, había luces de colores que cruzaban de un tejado a otro. Todo parecía muy entretenido, así que Laia y yo recorrimos el festival de punta a punta varias veces.

-Voy a por algo de comer, ahora vuelvo- me dijo Laia antes de desaparecer entre la multitud y dejarme sola en el banco.

Mientras esperaba me dediqué a observar a la gente, y de repente, mis ojos se cruzaron con los de otra persona. Iba con capucha y la cabeza gacha, pero aun así lo reconocí, era el chico del tren. Por un instante nos quedamos quietos, sin decir ni hacer nada, y antes de que pudiera reaccionar, él se había dado la vuelta y se alejaba de mí. Todavía no sé por qué lo hice, pero me levanté y corrí hasta él. Le pregunté por qué huía de mí y volvió a mirarme con cara de sorpresa, como en el tren.

-No me mires así cada vez que te hago una pregunta- dije- Respóndeme.

En lugar de decir nada, me agarró del brazo y tiró de mí hasta la parte de atrás de una caseta. Allí se quitó la capucha y se pasó una mano por el pelo antes de hablar.

-¿De verdad no sabes quién soy?

-¡Que no!, eres un egocéntrico.- me estaba empezando a enfadar, pero se me pasó cuando sonrió aliviado.

-¿Has visto ya todos los puestos?- preguntó amable.

Sí que los había visto, incluso varias veces, pero le dije que no y empezamos a caminar juntos. Repito que no sé por que lo hice y que sigo sin entenderlo.

-¿Cómo te llamas?

-Abby- respondí- ¿Tú?

-Me llamo… Héctor.

Se lo pensó demasiado, así que supe que no era verdad, pero no dije nada. Compramos dos polos de hielo y nos los comimos mientras mirábamos a los niños intentando pescar peces de colores. Hablamos sobre qué nos gusta y qué no, y aunque había cosas en las que no estábamos de acuerdo, no importaba, lo pasábamos bien. Héctor se miró el reloj y me dijo que pronto serían las doce. A esa hora había un espectáculo en el lago con farolillos de luces, así que fuimos a buscar un buen sitio desde el que verlo. De camino pasamos por un puesto de objetos artesanales y no puede evitar pararme a echar un vistazo. Había cosas realmente bonitas, pero lo que más me llamó la atención fueron las campanillas de viento, que sonaban en armonía con la brisa de verano. Héctor sonreía a mi lado. Me caía bien, muy bien, incluso podía decir que… empezaba a gustarme. Unas voces a nuestras espaldas me distrajeron. Me giré y vi a dos chicas de mi misma edad que analizaban a Héctor de arriba abajo con mirada coqueta.

-¿Es él?

-Sí, estoy segura. ¡Qué guapo!

-Esa chica no es lo bastante guapa para él, no está a su altura.

Parecían conocerlo ya, y me molestó bastante que hablaran así. Quise decirles algo, pero Héctor fue más rápido; me cogió de la mano y me llevó casi a rastras hasta la parte de atrás de un puesto de dulces. Desde allí se veía todo el lago Weiton, así que nos acomodamos y esperamos a que empezara el espectáculo.

-¿Te conocían?- pregunté al cabo de un rato.

-Más o menos- respondió encogiéndose de hombros y esbozando una sonrisa triste.

-¿Crees que no estoy a tu altura?

-Lo que no sé es si yo estoy a tu altura. Eres la única chica con la que he podido ser yo mismo en mucho tiempo.

-¿Tú mismo?- dije extrañada- Si ni siquiera te llamas Héctor.

Recuerdo que puso cara de “me has pillado” y que luego se encogió de hombros. Abrió y volvió a cerrar la boca varias veces, sin terminar de decidirse a hablar.

-Mañana por la mañana me voy de viaje al extranjero y no volveré hasta dentro de unos meses, pero si me prometes que cuando esté aquí podré verte, te contaré todo lo que quieras sobre mí.

-Claro- acepté.

Luego intercambiamos los móviles y no tardó en empezar el espectáculo. Primero, un solo farolillo de papel se elevó desde una barca en medio del lago, y cuando estuvo ya bastante alto, cientos de farolillos de diferentes tamaños y colores empezaron a ascender desde otras barcas y desde las orillas. Cada uno flotaba a una altura diferente, y alguno hasta se dedicaba a recorrer la superficie del agua antes de elevarse. La luz de las velas se reflejaba en la oscuridad del lago e iluminaba la noche. Parecían estrellas que nacían en el agua y luchaban por ganarse un lugar en el cielo, girando en círculos cuando se topaban con una corriente de aire o descendiendo si su llama se apagaba. Observé todo el espectáculo embelesada, ni siquiera me percaté hasta el final de que Héctor me había rodeado con su brazo.

Cuando terminó, nos quedamos sentados un rato más, pero entonces mi móvil empezó a sonar. Leí en la pantalla que era Laia. “Mierda, estará preocupada”, pensé. Y así era, me había estado buscando toda la noche y no se le había ocurrido hasta ese momento llamarme por teléfono (si una palabra describe a Laia, es despistada). Me dijo que fuera al puesto en el que se pescaban peces y colgó. Le conté lo que pasaba a Héctor y se ofreció para acompañarme, cosa que agradecí, porque no me apetecía despedirme de él todavía.

De camino, Héctor se detuvo un momento y volvió con una bolsa de papel de colores en la mano.

-Para ti- dijo sonriendo, y al ver que lo iba a abrir, me detuvo- Aún no, ábrelo en casa, que me da vergüenza.

-¿Qué es?

-Ya lo verás- respondió antes de darme un beso en la mejilla y darse la vuelta para desaparecer entre la multitud.

Cuando encontré a Laia todavía me estaba acariciando la mejilla y sonriendo como una tonta. Por supuesto, me echó la bronca del siglo, pero la mayor parte del tiempo no escuché nada, tenía otras cosas en la cabeza.

Al llegar a casa nos fuimos todos a la cama, y como Laia y yo estábamos en el mismo cuarto, tuve que esperar a que se durmiera para abrir la bolsa. No puede evitar sonreír al ver lo que era: una campanilla de viento con una palabra grabada en una pequeña tablilla de madera que colgaba del centro: Prometido. Sonreí otra vez.

Sigo sin saber quién era ese chico, pero cada vez falta menos para que pueda verlo de nuevo, y cada mañana, el sonido de esta campanilla me lo recuerda.


-Teresa

2 comentarios:

  1. ¡Hola preciosa!
    No soy dada a ver anime pero me el relato que te ha salido me ha encantado yo soy malísima para hilar palabras que tengan sentido.

    ❀ Fantasy Violet ❀
    Besotes! 💋💋

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Violeta :) Hace tiempo que lo escribí, pero aún me gusta la idea de un festival de luces y de las campanillas de viento. Gracias por leer el relato!

      Eliminar