viernes, 17 de marzo de 2023

Lección de magia

  ¡Hola! Durante los últimos días he estado debatiéndome sobre si publicar esta historia o no. Supongo que esos miedos de los que hablaba en la sección "Sobre mí" estaban atacando de nuevo. Tengo que recordarme a mí misma que lo que escribo no tiene que ser perfecto, solo tiene que existir y servirme para pasar un buen rato. Disfruté de escribir este relato, así que aquí está. Espero que os guste :)

¡Un abrazo!


-Esto es una pérdida de tiempo- resopló Erin.

La aprendiz dejó caer el ramillete de hojas secas sobre la mesa y se quitó la venda de los ojos. Se encontraba en el aula de pociones y encantos; la cual actuaba a la vez de biblioteca, almacén, cafetería y despacho. A decir verdad, el nombre ‘aula’ le venía por el cartel de madera que colgaba sobre la puerta; si no lo hubieran colocado ahí, probablemente estaríamos hablando de un cuarto de la limpieza hasta arriba de artefactos extraños, libros y probetas. 

-¿De qué me sirve esto?- le preguntó a su maestro.

El anciano estaba sentado sobre una pila de libros y documentos arrugados, con una taza humeante de té entre las manos y un libro abierto flotando delante de él. Según terminaba una página, pasaba a la siguiente con un breve movimiento de cabeza. El hombre ni se inmutó ante las quejas de su alumna; eran demasiado frecuentes como para sobresaltarlo. Sin apartar la vista de su libro ni alterar la voz, se limitó a contestar con una cortesía punzante:

-¿Aprender a concentrar la humedad que hay en el ambiente para rehidratar un cuerpo material y devolverlo a su estado primero no le parece lo suficientemente interesante, señorita?

Erin se mordió el labio. Pues claro que le parecía interesante, se le ocurrían varias aplicaciones super útiles para este hechizo. Adiós a los bizcochos resecos del almuerzo y a las riñas de su madre por no regar las plantas, por ejemplo. Oh y a la piel seca y tirante después de una ducha bien caliente. Bueno, y podría ayudar a los curanderos a estabilizar pacientes con deshidratación severa, claro, también lo había pensado. Pero dejando todo eso a un lado, había otro hechizo que le corría más prisa aprender, y su maestro no soltaba prenda. Llevaba tres días intentando averiguarlo sin que pareciera demasiado obvio.


-No es que no me parezca interesante, es que creo que hay otros hechizos que tendría más sentido aprender primero- respondió Erin mientras intentaba acomodarse sobre otra pila de libros junto a la puerta.

Sin decir nada, el anciano movió la cabeza ligeramente hacia la izquierda y el libro flotante pasó de página. Las quejas sin fundamento era mejor dejarlas en el aire. Todavía sin apartar la vista del libro, apuntó hacia la aprendiz con el dedo índice y trazó un arco en diagonal, de abajo a arriba. La joven notó que la esquina de su manga se movía siguiendo ese gesto y que el exceso de tela se alzaba flotando en el aire. Miró hacia allí, vio que estaba empapada y suspiró resignada al darse cuenta de que había vuelto a meter la túnica en la tetera. Pasaba tan a menudo que ya casi formaba parte de la rutina diaria. Se puso en pie, esquivó un caldero que colgaba del techo y se inclinó sobre el fregadero para exprimir el agua.

-Necesitamos una habitación más grande, esto es claustrofóbico -se quejó ella mientras sacudía las últimas gotas- Los de astrología tienen dos cúpulas y una biblioteca para ellos solos. Y me refiero a una biblioteca de verdad, no a… esto - añadió señalando a su alrededor.

 -No empieces con los de astrología ahora- pidió el maestro haciendo un ademán con la mano e intentando mantener la vista en su lectura.

-Solo digo que no nos iría mal un poco más de espacio. Los de…

-Los de astrología son todo apariencias- el anciano apartó los ojos del texto y el libro se posó sobre su regazo-. Se pasan las noches mirando al cielo y los días discutiendo sobre lo que han visto en él. Lo que necesitan es mirarse en el espejo, no tantas cúpulas. Ellos solos ocupan un tercio del edificio y cada año el rector les da permiso para expandir sus aulas de nuevo; pronto ocuparán la mitad de la facultad y, dime, ¿qué avances han hecho, eh? Dime. Y no hables de profecías porque tuve suficiente ayer en la reunión del…

-Vale, vale; están sobrevalorados - interrumpió Erin. Le parecía gracioso cuando el maestro comenzaba a criticar a otros departamentos, pero también había aprendido a frenarlo antes de que se agitara demasiado y estuviera irascible durante el resto del día.

-Aquí tenemos todo lo que necesitamos, no hace falta más- continuó él.

-Supongo…- le llevó la corriente Erin.

El maestro asintió satisfecho y volvió a su lectura y su taza de té. Se le había quedado fría, pero con unas caricias en la base volvió a calentarla. Había empezado a llover y las gotas golpeaban con suavidad el cristal de la ventana. Erin apoyó la espalda en el borde de la estantería, cerró los ojos un momento e intentó relajarse. En realidad le gustaba su aula; mientras solo la utilizasen ellos dos, casi resultaba cómico lo pequeña que era; pero cada semana llegaban nuevos libros o artefactos y pronto quedarían solo dos opciones: o expandían la habitación o encogían lo que había dentro para que cupiera todo. Y entonces, se le ocurrió una nueva forma de conseguir el hechizo que necesitaba: agarró un libro, lo puso sobre la mesa y fingió que estaba intentando hacerlo pequeño sin tener éxito. El maestro levantó una ceja.

-Mmmm, ¿cómo era?

El maestro no dijo nada, pero sí que dio un sorbo al té con aire desaprobador. Erin continuó la escena:

-¡Ah ya me acuerdo!, ya sé lo que estoy haciendo mal.- dijo; y lanzó el hechizo correcto. El libro se encogió, pero mucho más de lo que habían practicado las semanas anteriores- ¡Oh no! - se lamentó Erin con tanta convicción que hasta ella se lo creyó por un instante- Es demasiado pequeño.

Cogió el libro e intentó ojearlo, pero era tan minúsculo que casi no podía ni manejarlo.

-Qué mal… Lo siento mucho, ha quedado inservible- añadió- Aunque, bueno, tú podrás devolverlo a su tamaño original con facilidad.

 Ahí estaba, lo había soltado. Si el maestro quería leer el libro, tendría que revertir el hechizo delante de ella.

-Meh, no te preocupes, ese libro es una bazofia de todos modos- dijo él dando otro sorbo al té.

Maldita sea. Iba a darse por vencida un día más, pero algo se agitó dentro de su bolsillo y le recordó la urgencia del asunto.

-Emmm, se me acaba de ocurrir que quizá sería buena idea que yo aprendiera a revertir el hechizo- dijo.

-¿Por qué sería esa una buena idea? -preguntó el maestro. Había levantado la vista del libro y observaba a Erin con atención- Siendo que no tienes permitido utilizar ningún hechizo fuera del aula, no veo por qué necesitarías aprender a revertir nada, para eso estoy yo aquí. Y así será hasta el curso que viene… o al menos hasta que seas lo suficientemente responsable.

-¡Yo soy responsable!- rechistó Erin- Soy súper responsable, nunca utilizo los hechizos que me enseñas, de verdad, solo aquí, bajo tu tutela. Lo juro.

-Ajá… - asintió el anciano.

No se creía nada.

-Imagínate que encojo algo importante y que tú estás atareado y no puedes arreglarlo - estaba desesperada. Su bolsillo seguía agitándose- Imagínate… -tenía que ocurrírsele algo- Imagínate…- lo que fuera- ¡Imagínate que encojo la tetera!

Y fue dicho y hecho. Erin tocó la tetera y, ante los ojos horrorizados del anciano, ésta se encogió hasta ser del tamaño de un terrón de azúcar.

-¡No!- gritó el anciano a la vez que se bajaba de un salto de la pila de libros- ¡La tetera no!

Pobrecito.

-¡Fuera! Sal al pasillo mientras arreglo esto.

Erin obedeció y salió del aula. El profesor estaba tan agitado que al lanzar el hechizo ni se dio cuenta de que la puerta no estaba del todo cerrada; la aprendiz había puesto un pie cerca del marco para mantener una rendija abierta y poder escuchar las palabras mágicas.

¡Y bingo!

No se lo podía creer. ¡Por fin! Erin sintió ganas de reír y saltar de alegría, pero justo entonces se abrió del todo la puerta y una fuerza invisible la hizo entrar al aula de nuevo. La tetera había recuperado su tamaño original y el maestro la acariciaba con una mano mientras buscaba bolsas de té con la otra. 

-¿No hay más té?- preguntó. En otro momento, ese tono habría sido de enfado, pero el anciano amaba tanto su tetera que su voz sonaba más bien quebrada por la conmoción.

-Creo que no, ayer solo quedaban dos y hoy…

-Pásame mi sombrero- la interrumpió él.

Erin obedeció y el hombre se arregló frente a la esquina inferior del espejo. Era tan bajito que no llegaba a verse más arriba.

-Voy a por bolsas de té a la cantina. Quédate aquí, no toques la tetera y no hagas más magia- se volvió hacia ella y la apuntó severo con el dedo- No-hagas-más-magia -repitió marcando cada palabra- ¿Entendido?

Ella asintió con la cabeza y el anciano dio media vuelta y se fue a por té. Por supuesto, tan pronto hubo cerrado la puerta detrás de sí, Erin se preparó para hacer magia. Metió la mano en el bolsillo, sacó lo que había dentro con cuidado y lo colocó encima de la mesa: era su compañera de cuarto.

-¡Por fin!- canturreaba Alya. Su voz era extremadamente aguda.- Venga, revierte el hechizo.

-Si, si, voy- respondió Erin- Deja que piense un momento. Esto tiene que salir bien. Como se entere de que he estado haciendo magia fuera del aula…

-¡Venga, venga! Antes de que vuelva- la apremió su compañera. Tres días comiendo migas de galleta eran bastantes, no quería añadir otro más a la lista.

Erin intentó hacer memoria. Escribió sobre un papel lo que creía haberle oído decir al maestro y, consciente de que el maestro volvería pronto, se lanzó con confianza y recitó las palabras.

Alya comenzó a crecer poco a poco sobre la mesa. Primero contenta al ver que estaba cerca de recuperar su tamaño original; luego confundida al ver que el crecimiento no paraba; y finalmente horrorizada al darse cuenta de que no iba a frenar.

-¡Erin!- gritó asustada, pero la aprendiz estaba sin palabras.

Erin revisó como loca sus notas para intentar corregir el error, pero ni siquiera era capaz de detectar lo que había salido mal. Alya siguió aumentando de tamaño; las paredes se le quedaron pequeñas y los bordes de la ventana comenzaron a crujir. Pronto, el techo resultó demasiado bajo y los calderos y el resto de artefactos comenzaron a caer al suelo mientras Erin seguía releyendo el hechizo con un brazo sobre la cabeza para protegerse. Oh no, oh no, oh no. Eso era todo lo que su cerebro conseguía conectar.

Finalmente, el aula se quedó demasiado pequeña. Las paredes del fondo y el techo entero acabaron cediendo y la habitación explotó hacia fuera. Erin se cubrió la cabeza con la tapa de un puchero para protegerse de los escombros y Alya siguió creciendo hasta que solo se podía ver su zapato, al cual Erin escaló para que no le aplastara contra la pared. Desde allí vio que todos los libros estaban por el suelo entre escombros, que la mayoría de papeles habían salido volando y que las probetas se habían hecho añicos. Al menos la tetera seguía intacta en su rincón de siempre.

-¡Erin, encógeme otra vez!- gritó Alya desde el cielo en mitad de la lluvia.

Y justo en ese instante se abrió la puerta y entró el maestro con un paquete de bolsas de té bajo el brazo. Erin lo miró desde la punta del zapato de Alya y tragó saliva. Qué podía decir… La lluvia entraba desde el agujero donde solía estar el techo y una lámpara parpadeó, se desprendió desde la pared y cayó al fregadero. Ya no se podía poner peor. Erin se humedeció los labios y habló:

-Retomando lo de tener un aula más grande…



-Teresa

12 comentarios:

  1. La practica hace al maestro, al principio siempre tenemos miedo pero hay que agarrar confianza, siempre habra gente cool que tal vez haga comentarios constructivos :)
    Me gusto mucho Teresa, sigue compartiendo lo que escribes

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    1. Muchas gracias!! Sí, siempre habrá comentarios constructivos que me ayuden :) Gracias por leer el relato, un abrazo enorme!

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  2. ¡Hola Teresa! Me encanta venir a leerte.
    Me ha encantado este relato. La verdad es que me reí muchísimo al final jajaja
    ¡Gracias por compartir tu escritura! Abrazo grande

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    1. Hola Agustina!! Ay me alegro muchísimo, me alegro de que te haya gustado y de que te hayas reído jajaja Ese era el objetivo, escribir algo relajado para pasar un buen rato. Un abrazo enorme, nos vamos leyendo <3

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  3. Es genial!! Continuación!! Quiero ver la cara de ese hombre por favor jaajaja. Gracias por compartirla

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    1. Hola Beatriz!! Jajajaja Su cara es un poema, ya te lo digo yo jajaja Gracias por leer la historia <3 significa mucho
      Un abrazo enorme

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  4. ¡Holaa! Ay, me ha gustado mucho. Me gusta como describes el ambiente de la historia, me lo imaginé todo. Y la frase final, pobre maestro.
    Besos ♡

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    1. Hola Valeria! Me alegro mucho de que te haya gustado, y le alegro mucho de que te hayan llegado todas las imágenes. Pobre maestro, sí, qué terremoto es Erin jajajaj Un beso y muchas gracias por leer, hasta pronto!!

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  5. ¡Hola!
    Me ha encantado esta lección de magia ;). Ha sido una historia muy interesante y divertida, me ha sacado una sonrisa la parte final jaja aunque al maestro no creo que le haya gustado mucho la situación xD. Alya ahora tendrá otra visión del mundo xD.
    Un beso :).

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    1. jajajaja me gusta es chiste xd pobre Alya. Me alegro de que te haya gustado la historia, gracias por leerla!! Lo aprecio mucho. Un abrazo enorme <3

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  6. He leído con interés sumo este relato fantástico y aparte de gustarme, tiene ese punto fresco que le da la simpatía con la que está tratado. Has ido en la buena línea que me recuerda a "El aprendiz de brujo" , el celebérrimo poema de Goethe y vertido a música clásica por Paul Dukas (¡ambos, escritor y músico me encantan!) Siempre la visión personal de alguien aporta iluminaciones.
    Yo amo el terror clásico con sus componentes de toda la vida, hechicería , upirología, demonología, religión ¡ ¡ ¡ Y me dedico a escribir sobre ello tanto prosa como verso ! ! !
    Así que , chapeau, hago arabescos con mi sombrero 🎩🧙‍♂️
    Recibe Mis Consideraciones Más Distinguidas!!!!
    ¡¡¡¡¡¡¡ A Por Abril !!!!!!!! 🤗🌏

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    1. Muchas gracias por tu comentario, Juan :) Lo aprecio mucho. Me alegra que te haya recordado a El aprendiz de brujo, la verdad es que me vino a la mente cuando escribí este relato jajajaja Voy a estar un poco inactiva este mes pero me pasaré a echar un vistazo a tus historias en cuanto pueda!!!
      Un abrazo!

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